Cap. 5 Bombardeos
La vida de la familia Cartés en la Mambla, transcurría en una engañosa calma. La incertidumbre respecto a la marcha de la guerra representaba una fuente de angustias para Alberto. Las únicas noticias que llegaban lo hacían de la mano de suboficiales y oficiales destinados al campamento; y muchas veces se limitaban a simples impresiones o deseos personales.
A principios de Enero de 1937 había llegado un joven teniente, de nombre Julián Mateu. Llevaba, cosa extraña, un voluminoso macuto lleno de libros. Era de elevada estatura, pero sencillo y asequible. Enseguida tuvo ocasión de demostrar su potencia física y su agilidad en algunas marchas por la montaña. Y muy pronto hizo buenas migas con Alberto.
- Sin duda es un intelectual – le decía a Francisca. Era éste un término que le inspiraba mucho respeto y estaba convencido de que si fuesen muchos, los fascistas tendrían que quedarse en sus casas.
Julián se reunía, después de retreta, con un grupito deseoso de escuchar sus impresiones de Barcelona. Alberto les cedía su cuartucho de furriel; y allí, prescindiendo de los grados, hablaban como camaradas. Les enseñaba periódicos y en unos recortes de la prensa de octubre pudieron recrear los incidentes del paraninfo de la universidad de Salamanca, donde el legionario Millan Astray llegó a amenazar a Unamuno con su pistola; y quizá le habría disparado de no ser por la mujer de Franco que se interpuso. El caso fue que el escritor murió al cabo de tres meses.
En otra de estas entrañables reuniones les contó que había asistido al estreno de la película de Charles Chaplin, “Tiempos Modernos” en la que era guionista, productor, actor y director.
- De todas maneras – les decía – Charlot, que es genial en todo, siempre da las mejores notas como actor.
Puso un gran énfasis en explicarles que en Barcelona había conocido a un corresponsal inglés enviado por su periódico para escribir artículos sobre la guerra. Al llegar a Cataluña y ver como la clase trabajadora gobernaba las ciudades; se sintió subyugado por el ambiente. Así que dejó la pluma y se alistó en las milicias del POUM .
Recuerdo muy bien su nombre – decía - : se llamaba Eric Blair - No he sabido nada más de él. Pero siempre recordaré su facilidad para encontrarse a gusto entre las gentes más humildes. Recuerdo su expresión cuando estrechaba aquellas manos callosas.
A Cartés se le puso la piel de gallina, aquella tarde lluviosa, cuando Julián le comentó que Antonio Machado se había puesto al lado de la República. - A sus 62 años había dirigido un mensaje de aliento a las juventudes socialistas -. Siempre había sentido una gran predilección por él, y hasta recordaba aquellos versos:
En el corazón tenía,
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón.
o o o
Alberto no se atrevía a pedirle a Julián que le dejase ver los libros que había traído en el macuto. Tan solo en una ocasión en que entró en su tienda por un asunto del servicio, observó que sobre el camastro había un ejemplar de Nietche, pudo leer el título. “La Genealogía de la Moral”: ¡cuando habría dado por conocer lo que decía!
A mediados de febrero corrieron noticias preocupantes sobre Barcelona. La ciudad había sido bombardeada. Entre aquellos milicianos, que rondaban los 16 o 17 años, se creó la natural alarma. Se hablaba de decenas de víctimas enterradas entre escombros, pero no llegaban más datos ni listas de muertos.
No era éste, que estamos presentando, el clima más propicio para que Francisca, una mañana, le comunicase a su marido que estaba embarazada.
- ¿Estás segura ?
- Sí, por supuesto – le contestó – en esto no nos equivocamos las mujeres.
Por un lado, pensando en el equilibrio de fuerzas, esto podía representar un republicanito más. Por otro, poniéndose del lado de las dificultades familiares, podía suponer una ventaja menos. Fuese por el lado de más o del lado de menos, llegaría, si todo iba bien, en octubre.
El campamento no era un lugar apropiado para una embarazada y menos para un parto. Tenían que volver a Barcelona que, de momento, les ofrecía bombardeos y racionamiento.
El comandante les despidió al pie del camión que les llevaría, a ellos dos y a la Sra. María, hasta la parada del coche de línea.
La vida de la familia Cartés en la Mambla, transcurría en una engañosa calma. La incertidumbre respecto a la marcha de la guerra representaba una fuente de angustias para Alberto. Las únicas noticias que llegaban lo hacían de la mano de suboficiales y oficiales destinados al campamento; y muchas veces se limitaban a simples impresiones o deseos personales.
A principios de Enero de 1937 había llegado un joven teniente, de nombre Julián Mateu. Llevaba, cosa extraña, un voluminoso macuto lleno de libros. Era de elevada estatura, pero sencillo y asequible. Enseguida tuvo ocasión de demostrar su potencia física y su agilidad en algunas marchas por la montaña. Y muy pronto hizo buenas migas con Alberto.
- Sin duda es un intelectual – le decía a Francisca. Era éste un término que le inspiraba mucho respeto y estaba convencido de que si fuesen muchos, los fascistas tendrían que quedarse en sus casas.
Julián se reunía, después de retreta, con un grupito deseoso de escuchar sus impresiones de Barcelona. Alberto les cedía su cuartucho de furriel; y allí, prescindiendo de los grados, hablaban como camaradas. Les enseñaba periódicos y en unos recortes de la prensa de octubre pudieron recrear los incidentes del paraninfo de la universidad de Salamanca, donde el legionario Millan Astray llegó a amenazar a Unamuno con su pistola; y quizá le habría disparado de no ser por la mujer de Franco que se interpuso. El caso fue que el escritor murió al cabo de tres meses.
En otra de estas entrañables reuniones les contó que había asistido al estreno de la película de Charles Chaplin, “Tiempos Modernos” en la que era guionista, productor, actor y director.
- De todas maneras – les decía – Charlot, que es genial en todo, siempre da las mejores notas como actor.
Puso un gran énfasis en explicarles que en Barcelona había conocido a un corresponsal inglés enviado por su periódico para escribir artículos sobre la guerra. Al llegar a Cataluña y ver como la clase trabajadora gobernaba las ciudades; se sintió subyugado por el ambiente. Así que dejó la pluma y se alistó en las milicias del POUM .
Recuerdo muy bien su nombre – decía - : se llamaba Eric Blair - No he sabido nada más de él. Pero siempre recordaré su facilidad para encontrarse a gusto entre las gentes más humildes. Recuerdo su expresión cuando estrechaba aquellas manos callosas.
A Cartés se le puso la piel de gallina, aquella tarde lluviosa, cuando Julián le comentó que Antonio Machado se había puesto al lado de la República. - A sus 62 años había dirigido un mensaje de aliento a las juventudes socialistas -. Siempre había sentido una gran predilección por él, y hasta recordaba aquellos versos:
En el corazón tenía,
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón.
o o o
Alberto no se atrevía a pedirle a Julián que le dejase ver los libros que había traído en el macuto. Tan solo en una ocasión en que entró en su tienda por un asunto del servicio, observó que sobre el camastro había un ejemplar de Nietche, pudo leer el título. “La Genealogía de la Moral”: ¡cuando habría dado por conocer lo que decía!
A mediados de febrero corrieron noticias preocupantes sobre Barcelona. La ciudad había sido bombardeada. Entre aquellos milicianos, que rondaban los 16 o 17 años, se creó la natural alarma. Se hablaba de decenas de víctimas enterradas entre escombros, pero no llegaban más datos ni listas de muertos.
No era éste, que estamos presentando, el clima más propicio para que Francisca, una mañana, le comunicase a su marido que estaba embarazada.
- ¿Estás segura ?
- Sí, por supuesto – le contestó – en esto no nos equivocamos las mujeres.
Por un lado, pensando en el equilibrio de fuerzas, esto podía representar un republicanito más. Por otro, poniéndose del lado de las dificultades familiares, podía suponer una ventaja menos. Fuese por el lado de más o del lado de menos, llegaría, si todo iba bien, en octubre.
El campamento no era un lugar apropiado para una embarazada y menos para un parto. Tenían que volver a Barcelona que, de momento, les ofrecía bombardeos y racionamiento.
El comandante les despidió al pie del camión que les llevaría, a ellos dos y a la Sra. María, hasta la parada del coche de línea.
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