domingo, 9 de mayo de 2010

Huellas en el tiempo

Cap 16. La Batalla del Ebro

Siguiendo el margen derecho del río, los nacionalistas habían partido la zona republicana en dos. Era, pues, necesario volver a comunicar Cataluña y Levante. Así fue como surgió el atrevido proyecto del general Vicente Rojo de movilizar un ejército de 100.000 hombres al mando del también general Juan Modesto.
Entre los oficiales de este contingente figuraba un Julián Matéu, con su macuto lleno de libros, plenamente consciente de lo que se estaba poniendo en juego. Le llamó la atención, en primer lugar, la cantidad de jovencitos que nutrían las filas. Constituían lo que luego se llamó “la quinta el biberón”; y la verdad era que no inspiraban mucha confianza. Se les veía pletóricos de un optimismo que solo se podía atribuir a la ignorancia.
Llegó a pensar en la gran labor que con ellos podría hacer Alberto; e intentó, de alguna manera, reemplazarle. Y no lo hizo mal. Su aspecto imponente era un factor decisivo siempre que se plantaba delante de la tropa. Cuando les daba órdenes, con su voz clara y rotunda, aquellos chicos parecían quedar prendidos de una sana sugestión. El chico se sorprendía a veces a si mismo de sus condiciones para el mando

El Ebro crea en su recorrido un amplio arco entre Caspe y Tortosa. La unidad de Julián Matéu se dirigió a aquella zona por la parte de Fraga. En la aproximación se encontraron con una pequeña dificultad de léxico: ¿Cuál es el margen derecho de un río?: Para algunos de aquellos chicos era el más cercano al Pirineo, pero no estaban seguros de que ocurría en los tramos perpendiculares a esta cadena montañosa.
A medida que, desde el norte, se iban acercando al río, Matéu intentaba que supieran que el primer margen a su vista iba a ser, precisamente, el izquierdo. Le parecía que lo mejor para ellos sería que cada uno asumiese el porqué. Deseaba que la disciplina no les impidiera sentirse como hombres de criterio; de modo que cuando los reunía por secciones aprovechaba para ejercer con ellos una labor de pedagogo para la que estaba muy bien dotado.

A principios de agosto llegaron hasta el río con órdenes de cruzarlo para poder aliviar la presión sobre Valencia. Pudieron ver las barcazas ya preparadas y enseguida enviaron ojeadores e iniciaron los preparativos.
Un rumor por radio macuto de que algunos tendrían que pasar a nado desbordó la fantasía de aquellos jóvenes respecto a como proteger el armamento y las municiones. Pero los zapadores cuidaron que todo se hiciera en seco. A Julián le vinieron entonces a la memoria aquellas palabras de Don Quijote: “si puedo hacer esto en seco:¿de que no seré capaz en mojado?

Habían pasado por Mequinenza y avanzaban hacia el sur; pero los nacionalistas tras duros combates la volvieron a ocupar. Estos cambios tan rápidos originaban un gran sufrimiento en la vecindad; las tropas que tomaban posesión llegaban muy propensas a castigar, e incluso a eliminar, a quienes habían apoyado al enemigo.
Julián Matéu, en estos casos, ponía gran atención en los caciques de los poblados, a causa de su predisposición para ayudar a los fascistas. El perfil de estos tiranuelos era muy fácil de trazar: acostumbraban a regentar algún comercio y de forma paralela se enriquecían con la usura y con las denuncias políticas que ocultaban, casi siempre, cuestiones de dinero. Eran ruines y quejicas , como el raboso, el dueño de la única tienda del pueblo, que aplicaba los precios a su manera y que había sido el causante de algunos fusilamientos.
Los familiares de las víctimas callaban por miedo, pero alguno de ellos le había hecho confidencias a Julián, que les parecía una persona de fiar. De manera que cuando Matéu hablaba con el raboso sabía perfectamente con quien estaba tratando. Y al mismo tiempo su presencia representaba un freno para los abusos del tendero.
Mientras tanto, las posiciones militares no se mantenían estables y ante la presión de los nacionalistas las unidades republicanas abandonaban Mequinenza y se desplazaban hacia Cataluña, dejándole las manos libres al raboso.
En septiembre se produce un alto en las hostilidades; los fascistas suspenden la ofensiva, las brigadas internacionales se retiran al mismo tiempo que las tropas alemanas e italianas.
La unidad de Julián cruza el Ebro por Flix en una acción de retirada. Volver a pasar el río no es una buena sensación para el joven teniente. Y es precisamente entonces cuando le sobreviene un encuentro que nunca olvidará. Fue el día en que observó que un paisano estaba dando explicaciones sobre el manejo de las armas a algunos de sus jovencitos soldados. Su primera intención fue intervenir, pero el aspecto del intruso le hizo detenerse y consultar, antes, con su capitán:
- Hay un civil hablando con la tropa.
- Sí, es cierto, ya me comentó que deseaba hacerlo.
- ¡Ah! Pero usted le conoce.
- Claro, es Hemingway.
Matéu que había leído su Adiós a las armas aprovechó la oportunidad para saludarle. Ernest se mostró muy asequible, pero los malos momentos que estaba viviendo la República solo les permitieron unas lacónicas palabras.
En lo que resta de 1938 continua el repliegue de los republicanos. En enero de 1939 ceden Tarragona. En febrero cae Cataluña.

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