martes, 5 de mayo de 2009

Un despertador por la mañana

Un despertador por la mañana

En el último curso de construcción en la Escuela de Arquitectura del Valles, funcionaba bien repartir, el primer día de clase, un ejercicio previsto para durar todo el cuatrimestre. El enunciado estaba muy calculado en extensión y dificultad.
Se trataba de diseñar un edificio de cuatro plantas y seis viviendas en diez sesiones de cuatro horas.
Los parámetros estaban tan ajustados que el trabajo se limitaba a colocar la escalera general, el ascensor, las dos fachadas planas, una cubierta mixta y las dos viviendas tipo en cada planta.
Se indicaba que la estructura debía ser de hormigón armado; y con las dimensiones de la planta y las relaciones, entre sí, de los elementos de soporte; solo existía una solución con muy pocas variantes que los chicos resolvían, de forma satisfactoria, en la primera clase.
Cada día se recogía la parte correspondiente, dibujada a lápiz sobre papel sulfurizado a escala 1/50.
Había una sesión para las plantas generales acotadas, otra para la sección y las fachadas, otra para las cubiertas, para la carpintería, y para la escalera de hormigón. Las mediciones abarcaban un capitulo, al igual que los precios descompuestos y su aplicación.
Durante varios años se pudo comprobar como casi todos podían seguir el curso y como solo esto llevaba consigo el aprobado sin examen final.
Los dibujos de cada sesión se devolvían siempre corregidos al día siguiente.
Y aun había tiempo para el despertador diario: a la hora en punto de inicio de la clase se repartían unas hojas en las que había que dibujar un detalle tipo, de estos que no se pueden dejar de dominar. Constituía un auténtico ejercicio de “escritura” gráfica que no les ocupaba más de quince minutos.

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