El Fútbol
Cuando nuestros parlamentarios se ponen camisetas de un equipo de fútbol: ¿Cómo hay que interpretarlo?. Solo encuentro dos explicaciones, o son unos simples, o esperan sacar votos de los aficionados.
El deporte constituye un gran bien para los ciudadanos. Les ayuda a mantenerse sanos disfrutando de sus mejores cualidades físicas y mentales. La práctica los prepara para los sabores dulces de la victoria y los amargos de la derrota.
Como dice Machado: “El deporte es una lucha más o menos violenta, pero siempre limpia, donde se gana sin jactancia y se pierde sin demasiada melancolía” .Y además constituye un marco perfecto para la amistad.
Tan solo hay una condición que siempre debe cumplirse: hay que pertenecer a los practicantes, no a los espectadores. El público experimenta la atracción que se desprende de estos espectáculos. No en vano se han convertido en deportes de masas. Incluso se dan casos de personas cultivadas que saben apreciar los factores de calidad, tanto del conjunto como de las individualidades. De una ocasión en que vi jugar a Kubala en Las Corts, conservo las palabras de un tranquilo aficionado que tenía a mi lado: “¡ En un palmo de terreno!.
Hay muchas personas así en un estadio. Pero ver a unos aficionados con banderas, gritando contraseñas y dando unos saltitos ridículos alrededor del autocar de su equipo, resulta preocupante. Estos incondicionales deberían pensar si no merecería la pena modificar su actitud; abandonar sus camisetas, sus banderas y sus televisores y convertirse de mirones en protagonistas. Podrían poner en práctica aquel viejo principio, según el cual, en el deporte no se consigue nada sino es sudando.
Cuando nuestros parlamentarios se ponen camisetas de un equipo de fútbol: ¿Cómo hay que interpretarlo?. Solo encuentro dos explicaciones, o son unos simples, o esperan sacar votos de los aficionados.
El deporte constituye un gran bien para los ciudadanos. Les ayuda a mantenerse sanos disfrutando de sus mejores cualidades físicas y mentales. La práctica los prepara para los sabores dulces de la victoria y los amargos de la derrota.
Como dice Machado: “El deporte es una lucha más o menos violenta, pero siempre limpia, donde se gana sin jactancia y se pierde sin demasiada melancolía” .Y además constituye un marco perfecto para la amistad.
Tan solo hay una condición que siempre debe cumplirse: hay que pertenecer a los practicantes, no a los espectadores. El público experimenta la atracción que se desprende de estos espectáculos. No en vano se han convertido en deportes de masas. Incluso se dan casos de personas cultivadas que saben apreciar los factores de calidad, tanto del conjunto como de las individualidades. De una ocasión en que vi jugar a Kubala en Las Corts, conservo las palabras de un tranquilo aficionado que tenía a mi lado: “¡ En un palmo de terreno!.
Hay muchas personas así en un estadio. Pero ver a unos aficionados con banderas, gritando contraseñas y dando unos saltitos ridículos alrededor del autocar de su equipo, resulta preocupante. Estos incondicionales deberían pensar si no merecería la pena modificar su actitud; abandonar sus camisetas, sus banderas y sus televisores y convertirse de mirones en protagonistas. Podrían poner en práctica aquel viejo principio, según el cual, en el deporte no se consigue nada sino es sudando.
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