viernes, 15 de mayo de 2009

Fem art´09

Fem art´09

En el “Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison” de la calle S. Pere Mes Baix 7, en Barcelona, tiene lugar una interesante muestra colectiva de veinticinco artistas de las Artes Plásticas. El número parece excesivo para que se pueda garantizar cierto nivel de calidad.
En el recorrido por la planta y el piso merecen destacarse cuatro obras:

1) “Una habitació pròpia” de Lúa Coderch. Un montaje de cajas de cartón – habitaciones – con ventanas a través de las cuales tenemos acceso a lo que ocurre en el interior. Nos encontramos, por un lado, con un conjunto que nos atrae, y al acercarnos nos sentimos invitados a “participar” en el descubrimiento de los diversos ámbitos, en los que un vídeo nos ofrece imágenes propias para cada habitación.

2) “Cuadrados amarillos” de Patrizia Lohan. Un “collage” de seis láminas blancas, con sutiles pliegues sobre seis fondos amarillos. Un buen ejemplo de minimalísmo cuya sencillez no debería impulsarnos a una mirada demasiado rápida; si nos tomamos un tiempo, “los cuadrados” nos recompensarán.

3) “Sense títol” de Lesley Yendell. Conjunto de cuatro dibujos de prendas interiores femeninas; al pastel sobre papel. Hay que destacar el excelente tratamiento de colores y texturas. Alguien calificó el Pop Art, como el gusto por las cosas que vemos constantemente sin darles importancia; hasta que un día les damos una mirada distinta y modificamos su categoría

4) “Rex extensa” de Mª Teresa Corrales. Se trata de una escultura en madera, a base de un larguero y cuatro montantes. Es una obra donde se aprecia el cuidado en la disposición de estos cinco elementos para lograr todo tipo de sutiles sugerencias, invitando al espectador a completar, con su presencia, la obra.

El Fútbol

El Fútbol

Cuando nuestros parlamentarios se ponen camisetas de un equipo de fútbol: ¿Cómo hay que interpretarlo?. Solo encuentro dos explicaciones, o son unos simples, o esperan sacar votos de los aficionados.
El deporte constituye un gran bien para los ciudadanos. Les ayuda a mantenerse sanos disfrutando de sus mejores cualidades físicas y mentales. La práctica los prepara para los sabores dulces de la victoria y los amargos de la derrota.
Como dice Machado: “El deporte es una lucha más o menos violenta, pero siempre limpia, donde se gana sin jactancia y se pierde sin demasiada melancolía” .Y además constituye un marco perfecto para la amistad.
Tan solo hay una condición que siempre debe cumplirse: hay que pertenecer a los practicantes, no a los espectadores. El público experimenta la atracción que se desprende de estos espectáculos. No en vano se han convertido en deportes de masas. Incluso se dan casos de personas cultivadas que saben apreciar los factores de calidad, tanto del conjunto como de las individualidades. De una ocasión en que vi jugar a Kubala en Las Corts, conservo las palabras de un tranquilo aficionado que tenía a mi lado: “¡ En un palmo de terreno!.
Hay muchas personas así en un estadio. Pero ver a unos aficionados con banderas, gritando contraseñas y dando unos saltitos ridículos alrededor del autocar de su equipo, resulta preocupante. Estos incondicionales deberían pensar si no merecería la pena modificar su actitud; abandonar sus camisetas, sus banderas y sus televisores y convertirse de mirones en protagonistas. Podrían poner en práctica aquel viejo principio, según el cual, en el deporte no se consigue nada sino es sudando.

martes, 5 de mayo de 2009

Sorolla

Sorolla

El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) ofrece entre febrero y mayo la colección que la “Hispanic Society of América” de Nueva York posee de la obra del pintor valenciano Joaquín Sorolla (1883-1923).
Si quisiéramos resumir de forma concisa y clara el trabajo de este artista, bastaría usar la palabra “luz”: éste es el elemento básico, siempre presente, que da vida a las fiestas, mercados, romerías, trabajos del mar y del campo.
Pasando por delante de los cuadros, hemos de detenernos ante la gracia de las figuras en movimiento, la aplicación, con gran maestría, de las pinceladas y los rostros con vida propia.
Entre la multitud de los personajes encontramos tipos humanos cargados de elegancia y señorío: tal es el caso del jinete del “Encierro Andaluz”; el marinero de la derecha en “La Pesca del Atún”; el joven sobre el muro, contemplando a los jugadores de “Bolos”; el hombre del sombrero y la camisa blanca en el centro de “La Fiesta del Pan”; el consejero del “Roncal”, abriendo la marcha delante de la bandera; el bailador con los brazos levantados en “La Jota”; el mozo de la barretina, que en “El Pescado” muestra la bandeja de mimbre, llena con el fruto de su trabajo; o la mujer de la toquilla negra que nos contempla sentada en “El Palmeral”.
Aunque la dimensión de los cuadros y la cantidad de personajes condicionan un tamaño reducido para las figuras, éstas aparecen resueltas como si de retratos se tratara. Muchas de ellas merecerían ser publicadas, aisladas, en ampliaciones.
Ya nos hemos referido a “La Fiesta del Pan”. El lienzo tiene catorce metros de longitud: podemos pasearnos frente a él como si formásemos parte de la comitiva.

No es pais para viejos

No es país para viejos

La Filmoteca nos ofreció el martes pasado una interesante película de Joel y Ethan Coen: “No es país para viejos”, realizada en el 2007. Narra una historia en torno a un maletín con dos millones de dólares que Llewelyn (Josh Brolin) encuentra y decide guardar. Sufre entonces el acoso de los que van detrás de este dinero: un asesino (Javier Bardém), un oficial local (Tommy Lec Jones).
En los Coen son de destacar la dirección de actores y las puestas en escena.
En 1996 realizaron “Fargo” que fue premiada con un Oscar, dos años después “El gran Lebowsski”. En el 2000 nos ofrecieron “O Brother”: una de sus creaciones en que se expresan con mayor exhuberancia. Es de destacar el arranque con las secuencias de los presos trabajando y la de la fuga de los tres protagonistas, interpretados por George Clooney, John Turturro y Tim Blake Nelson.
Tres años más tarde filmaron “Crueldad intolerable”: una narración sobre un abogado estrella donde Joel y Ethan se manifiestan con una gran sobriedad tras la cámara. Hacen uso frecuente de grandes planos generales y de tomas fijas; y prestan mayor atención a la trama narrativa. “No es país para viejos” muestra un menor empleo del humor y de la música. Fue premiada con cuatro Oscar: película, dirección, guión y actor de reparto (este último para Javier Bardém)

El Bosco y Orwell

Orwell y El Bosco

George Orwell, el autor – en 1938 – de “Homenaje a Cataluña” escribió, once años más tarde una inquietante novela titulada “1984”, sobre la existencia de un mundo totalmente socializado y tecnificado, donde la conducta humana está, eficaz y completamente, controlada.
Hacia el final del libro, Orwell nos presenta uno de los sistemas de control de que se dispone para anular la voluntad de un disidente detenido:
El preso está en su celda, atado solidamente a una silla, le han encajado en el rostro una jaula con unas ratas enormes que chillan sin parar. Cuando se da cuenta de su situación los intestinos parecen deshacérsele.
De momento los bichos rabiosos no le pueden morder. Una trampilla accionada por un resorte le protege. Si el torturador lo aprieta: “Estos bichos, locos de hambre” – le dice – “se lanzarán contra ti como balas. ¿Has visto alguna vez como se lanza una rata por el aire? Así te saltarán a la cara. A veces atacan primero a los ojos. Otras veces se abren paso a través le las mejillas y devoran la lengua…..”
Es un fragmento obsesivo e inolvidable y creo haber encontrado la fuente de inspiración de donde Orwell bebió. Remontémonos al “Jardín de las Delicias”, un complejo cuadro pintado, hacia 1510, por el neerlandés Hieronymus Bosch – llamado El Bosco – (1450-1516) que se encuentra en El Prado:
Si buscamos por entre el abigarrado amasijo de figuras y nos detenemos hacia la zona inferior izquierda, descubriremos el rostro indefenso de un pobre diablo encerrado en una enorme esfera con una sola obertura, donde una rata con una larga cola espera el momento de actuar.

Un despertador por la mañana

Un despertador por la mañana

En el último curso de construcción en la Escuela de Arquitectura del Valles, funcionaba bien repartir, el primer día de clase, un ejercicio previsto para durar todo el cuatrimestre. El enunciado estaba muy calculado en extensión y dificultad.
Se trataba de diseñar un edificio de cuatro plantas y seis viviendas en diez sesiones de cuatro horas.
Los parámetros estaban tan ajustados que el trabajo se limitaba a colocar la escalera general, el ascensor, las dos fachadas planas, una cubierta mixta y las dos viviendas tipo en cada planta.
Se indicaba que la estructura debía ser de hormigón armado; y con las dimensiones de la planta y las relaciones, entre sí, de los elementos de soporte; solo existía una solución con muy pocas variantes que los chicos resolvían, de forma satisfactoria, en la primera clase.
Cada día se recogía la parte correspondiente, dibujada a lápiz sobre papel sulfurizado a escala 1/50.
Había una sesión para las plantas generales acotadas, otra para la sección y las fachadas, otra para las cubiertas, para la carpintería, y para la escalera de hormigón. Las mediciones abarcaban un capitulo, al igual que los precios descompuestos y su aplicación.
Durante varios años se pudo comprobar como casi todos podían seguir el curso y como solo esto llevaba consigo el aprobado sin examen final.
Los dibujos de cada sesión se devolvían siempre corregidos al día siguiente.
Y aun había tiempo para el despertador diario: a la hora en punto de inicio de la clase se repartían unas hojas en las que había que dibujar un detalle tipo, de estos que no se pueden dejar de dominar. Constituía un auténtico ejercicio de “escritura” gráfica que no les ocupaba más de quince minutos.

Las cabañas de la Escuela

Las Cabañas de la Escuela

Hacia 1977 un grupo de profesores de la Escuela de Arquitectura del Vallès fue el promotor de unas originales prácticas de autoconstrucción.
Los estudiantes diseñaban y ejecutaban, con sus manos, unas cabañas en los amplios espacios de bosque que dejaban libres los edificios. Dormían una noche en ellas, las desmontaban y se llevaban los componentes utilizados, en su mayoría reciclables.
La promoción de la idea del profesor del departamento de proyectos Pere Riera tuvo una buena acogida entre el conjunto del personal docente, y llegó a constituir una de las cartas de identidad de la Escuela.
Los materiales a los que se recurría no eran, como ya se habrá deducido, los habituales en el ramo. No se disponía de morteros ni hormigones, de cerámicas ni aceros, y tampoco de telas impermeables.
Se trataba, pues, de moverse en una gama limitada, tenerla en cuenta, tanto en el diseño como en la construcción, e intentar que la forma resultante tuviera un buen nivel de calidad.
Las opiniones en contra de este experimento se basaban en que no aportaba conocimientos respecto a las técnicas habituales en la edificación. Cierto que no constituía, ni lo pretendía, un campo de experimentación sobre dichas tecnologías. Permitía, en cambio, establecer y estudiar la coherencia entre los elementos de un lenguaje.
En los proyectos que se realizaban quedaban incorporados los mismos materiales que unos días más tarde se utilizarían en la autoconstrucción; y ello permitía verificar las hipótesis de partida.
La principal tarea de los profesores de prácticas se centraba en que la ejecución no supusiera alteraciones importantes de los proyectos.
De cara a potenciar un trabajo colectivo se formaban grupos de unos diez alumnos en torno a las mejores propuestas seleccionadas. Eso permitía una labor de equipo en la preparación del proyecto para ser llevado a cabo.
Las calificaciones finales se decidían por la calidad de la cabaña terminada y de ellas eran partícipes los estudiantes de cada grupo.