Los Maestros Cantores….. Wagner
Wagner escribió esta ópera en 1866 (a los 53 años). En ella se narra el encuentro de los artesanos de Núremerg para celebrar la fiesta de su patrón.
Aprovechan este día para hacer un concurso de canto. El ganador optará a la mano de Eva, la hija de Pogner el orfebre.
Aparte del tema de la orquesta en el preludio, resulta muy difícil memorizar ningún otro. La música es monocroma y los recitativos abarcan todas las intervenciones de los cantantes y coro.
o o o
Quince años antes de “Los Maestros Cantores” ya se mostraba atraído por la idea de “la obra de arte total” en la que él veía una unión de disciplinas. La Ópera las podía englobar a todas: música, poesía, danza, arquitectura, escultura, pintura y teatro.
En 1846 Wagner había dirigido la 9ª de Beethoven. A sus 33 años se dio cuenta de que este género podía combinarse con la voz humana. Su música, al igual que la de Beethoven, siempre fue sinfónica. En ambos creadores puede, además, comprobarse que sus composiciones, a medida que avanza su edad, resultan cada vez más complicadas.
En “Los Cantores” hay momentos en que parecen descuidarse algunos de estos aspectos de la obra de arte total a que Wagner hacía referencia. Hacia el final del tercer acto aparecen en escena Eva, Sachs, Walther, David y Magdalena; allí permanecen, ellos solos, durante casi 5 minutos, plantados sin moverse. Al fragmento le falta teatro; una de las cualidades que aparecen en el párrafo de referencia.
No ceo que haya que abstenerse de críticas a los artistas consagrados. Constituyen, de algún modo, una obligación. Algunos frescos del techo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel; o los rostros amojamados del “Aguador de Sevilla” de Velázquez no están a la altura de sus autores. Cuando en Wagner vemos a sus personajes parados en escena durante pasajes enteros no podemos menos que echar en falta la movilidad que Mozart impone a los intérpretes de “Don Giovanni” o de “La Flauta Mágica”. En el teatro no existen las cámaras que, en el cine, permiten lograr imágenes vivas aunque los actores permanezcan estáticos. Allí cada espectador constituye una toma de cámara fija, de manera que el necesario dinamismo debe correr, nunca mejor dicho, a cago de los intérpretes; de lo contrario se pierden la danza, la arquitectura, la pintura….. En el “Parsifal” , al final del segundo acto aparece una soprano metida en una cáscara inflable. Allí permanece sin moverse ante el tenor. Cuando hacia el final de la escena sale de esta especie de globo, lo que vemos es una joven gordísima…. Esto se le escapaba a Wagner y a su director artístico.
Wagner escribió esta ópera en 1866 (a los 53 años). En ella se narra el encuentro de los artesanos de Núremerg para celebrar la fiesta de su patrón.
Aprovechan este día para hacer un concurso de canto. El ganador optará a la mano de Eva, la hija de Pogner el orfebre.
Aparte del tema de la orquesta en el preludio, resulta muy difícil memorizar ningún otro. La música es monocroma y los recitativos abarcan todas las intervenciones de los cantantes y coro.
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Quince años antes de “Los Maestros Cantores” ya se mostraba atraído por la idea de “la obra de arte total” en la que él veía una unión de disciplinas. La Ópera las podía englobar a todas: música, poesía, danza, arquitectura, escultura, pintura y teatro.
En 1846 Wagner había dirigido la 9ª de Beethoven. A sus 33 años se dio cuenta de que este género podía combinarse con la voz humana. Su música, al igual que la de Beethoven, siempre fue sinfónica. En ambos creadores puede, además, comprobarse que sus composiciones, a medida que avanza su edad, resultan cada vez más complicadas.
En “Los Cantores” hay momentos en que parecen descuidarse algunos de estos aspectos de la obra de arte total a que Wagner hacía referencia. Hacia el final del tercer acto aparecen en escena Eva, Sachs, Walther, David y Magdalena; allí permanecen, ellos solos, durante casi 5 minutos, plantados sin moverse. Al fragmento le falta teatro; una de las cualidades que aparecen en el párrafo de referencia.
No ceo que haya que abstenerse de críticas a los artistas consagrados. Constituyen, de algún modo, una obligación. Algunos frescos del techo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel; o los rostros amojamados del “Aguador de Sevilla” de Velázquez no están a la altura de sus autores. Cuando en Wagner vemos a sus personajes parados en escena durante pasajes enteros no podemos menos que echar en falta la movilidad que Mozart impone a los intérpretes de “Don Giovanni” o de “La Flauta Mágica”. En el teatro no existen las cámaras que, en el cine, permiten lograr imágenes vivas aunque los actores permanezcan estáticos. Allí cada espectador constituye una toma de cámara fija, de manera que el necesario dinamismo debe correr, nunca mejor dicho, a cago de los intérpretes; de lo contrario se pierden la danza, la arquitectura, la pintura….. En el “Parsifal” , al final del segundo acto aparece una soprano metida en una cáscara inflable. Allí permanece sin moverse ante el tenor. Cuando hacia el final de la escena sale de esta especie de globo, lo que vemos es una joven gordísima…. Esto se le escapaba a Wagner y a su director artístico.
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